Un día en Peñíscola


Ya habíamos estado, pero hemos vuelto al Jardín del Papagayo, porque a los niños les encanta el contacto con los animales, y en este centro esto es posible.

La verdad es que el Jardín es como un oasis, que te aisla del exterior y te permite disfrutar de las distintas especies de loros, papagayos, cacatúas, etc. Con los niños es difícil informarse de las distintas especies, pero se compensa con el disfrute de los niños en los voladores llamando y dando de comer a los pájaros, que casi acuden por obligación, porque mucha hambre no tienen. Y resulta encantador, también para los mayores, el comportamiento de estas pequeñas aves juguetonas que igual pican una pipa que te pican un dedo.

 



 La visita se completa con una exhibición de las aves haciendo distintas piruetas y volando entre el público, que la hacen inolvidable para los niños.

 

 El cuidador explica que las aves resultan tan sociables porque son criadas en el propio centro, por lo que nos da cierta seguridad en cuanto a su origen y a su cuidado.

 

Aunque nuestra crítica se la lleva el hábitat de los canguros, estos animales parecen entumecidos y no resulta extraño porque el área es insuficiente, y además ahora han montado un estanque artificial precioso para hacerse fotos pero que aún les resta más espacio a los pobres canguros.

 


 Para completar el día, después de comer, hemos ido a Peñíscola, a disfrutar de un paseíto en golondrina y tener una visión periférica del istmo. Para los niños toda una aventura, y para los papis por el oleaje casi también.

 


 En resumen, ha sido un plan redondo, con el que nos hemos entretenido el domingo de Pascua, pero que se puede repetir cualquier fin de semana, ¡os lo recomendamos!.

 

2 comentarios:

  1. Uyyy! que pena no haver podido ir.
    Ya comentas entresijos. Nos vemos

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  2. Sí,la verdad estuvo muy bien, a los niños les encantó, los loros, el barco... unos cuantos días con el recuerdo y la emoción

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